lunes, 10 de noviembre de 2014

Obituario.


Mary Hansen, vocalista de la banda marxista Stereolab, murió atropellada por un camión mientras andaba en bicicleta. Roland Barthes, ensayista y semiólogo francés, murió atropellado por una furgoneta al salir de la universidad tras impartir clases. Theo Angelopoulos, cineasta griego, murió atropellado por una motocicleta de policía mientras filmaba su última obra.
            Hay quienes mueren atropellados, hay quienes mueren ahorcados: Ian Curtis, vocalista de la banda Joy Division, se colgó mientras sonaba un disco de Iggy Pop. Selma, del filme Dancer in the dark (Lars von Trier, 2000), moriría ahorcada por ser injustamente acusada de robo. Oscar Wilde, escritor irlandés, en su estadía en la cárcel de Reading, describiría a un colgado que miraba desde su celda: sus pies patinaban en el aire.
            Están los que mueren crucificados: Espartaco, esclavo insurrecto, fue crucificado tras ser obligado a dar muerte a su mejor amigo. Jesús de Nazaret, profeta, fue crucificado, muerto y sepultado. Pedro, apóstol de Jesús, fue crucificado de cabeza, por no considerarse digno del mismo sacrificio que su maestro.
            Juana de Arco, líder de guerra francesa, murió en la hoguera, tras ser juzgada como demente y hereje. Hija de perra, performista chilena, murió a causa del VIH tras intentar curarse con chamanes en lugar de recibir tratamientos médicos durante un año. Sócrates, filósofo griego, fue obligado a morir con cicuta tras ser condenado por la corrupción de los jóvenes y la adoración de dioses extranjeros. Virginia Woolf, escritora inglesa, llenó sus bolsillos con piedras y se arrojó al río Ouse, tras escribir una carta en que relataba su insoportable trastorno bipolar. Todos estos, castigos de Dios.
            Pier Paolo Pasolini, cineasta y militante del Partido Comunista Italiano, murió por causas aún desconocidas.

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