En la oscuridad, produjo un
efecto de luz. La estrella tatuada en su mano cayó suavemente, con elegancia
nocturna. Mientras tanto, yo intentaba recorrer presuroso todas las salas, dado
mi retraso evidente. Ya todos portaban una copa y habían rondado al menos una
vez las salas. Cada habitación estaba levemente iluminada, notándose aún lo
blanco de los muros, pero sin poder distinguirse el color del techo.
Una
mujer sentada al borde de su cama intentando ponerse una media. Su cuerpo
semidesnudo y la posición de su espalda respecto de la horizontalidad de la
cama, podrían hacer dudar de si acaso se ponía o se sacaba la pantimedia. El
montón de ropa acumulada en el piso daban la pista de estarse sacando la media,
pues de lo contrario esa ropa no estaría o estaría encima de la cama, pensé. Un
bosque bañado por la oscuridad del sol escondiéndose. Aunque, nuevamente, la
cantidad de luz podría hacer parecer que es el sol recién apareciendo, por lo
que la escena representaría una mañana y no un atardecer. Una estrella
solitaria allá en el cielo serviría de argumento a favor de la noche. Una
pareja sentada sobre un auto mirando desde un risco la inmensa luna. “No están
mirando la luna”, interrumpió mi visionado, “están mirando las estrellas”.
Era ella, Desdémona, apuntando con su mano tatuada el cuadro. La estrella en su
mano era perfecto reflejo de la noche que miraban los amantes. Mi mirada siguió
su dedo por un instante, para enseguida recorrer la ruta hasta su rostro. Me
ofreció una copa.
Bebíamos
una tercera copa de espumante en la terraza del edifico, mientras adentro los
aficionados seguían paseando sus copas frente a las ambiguas imágenes.
Desdémona fumaba en silencio y miraba las estrellas, mientras yo no podía dejar
de mirar el astro en su mano. “Es la misma”, me dijo, nuevamente apuntando al cielo con su mano tatuada. El humo cubría su rostro, cubría sus ojos. Su
fina mano se movía como si estuviese bajo el agua, sin movimientos inesperados,
pacífica. Podía leer hacia donde se dirigiría su mano en los próximos segundos.
Parecía como si mezclara el cielo cuando lo apuntaba. “Puedo hacer caer
cualquier estrella”, sonreía. Dejaba caer su mano desde la altura, simulando
una estrella fugaz. Sonreía. Era un juego para ella, un acto masturbatorio para
mí. Subía su mano, la miraba, la empuñaba y la dejaba caer hasta azotarla
contra la baranda de la terraza. Cuando chocaba su puño, ella reía. Esa risa
detrás del humo solo desaparecía para sorber un poco más de espumante.
La
invité a salir de ahí, pero se negó. “Esta estrella es fugaz”, me dijo riendo,
fumando y bebiendo su último trago. Me entregó la copa. Las luces de la sala de
exposición ya estaban apagadas y ella caminaba entre los cuadros. Se alejaba, aunque
quizá esa era su forma de acercarse. La copa entre mis manos se deslizó hasta
convertirse en una constelación de vidrio en el piso. Caminé por sobre el
vidrio y me aleje, me acerqué.
la verdad me ha gustado mucho :D me parecio perfecto solo tenia que terminar con un buen final
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