domingo, 20 de septiembre de 2015

Fantasmagoría.

Celeste tenía por pasatiempo coleccionar diarios antiguos, previos a su nacimiento. Cada mañana, o lo que ella llamaba mañana, pasadas las dos de la tarde, tomaba al azar un periódico de su colección y se lo llevaba de camino al campus. Sus labios esbozaban una sonrisa cada vez que encontraba una noticia vieja que podía tener perfecto sentido hoy: SE ANUNCIA TEMPORAL PARA LA CAPITAL, CONFLICTO EN EL PARLAMENTO POR REFORMA TRIBUTARIA, HIJO DE MINISTRO SE ADJUDICA FONDOS CONCURSABLES, ESCÁNDALO POR ABUELO QUE VIOLA A SU NIETA, QUIEBRE EN LAS RELACIONES CON EL PAÍS VECINO, LA REVOLUCIÓN ESTÁ CADA VEZ MÁS CERCA. Esa tarde, esa mañana, su vista chocó en una imagen: una foto en blanco y negro que mostraba a una actriz de teatro sobre un escenario, dando una paso largo, como si estuviese danzando. El contraste de la baja calidad de la impresión de la fotografía daba la sensación de estar mirando un fantasma: un largo vestido blanco que hacían de los pies una ilusión y un fondo negro que impedían imaginar un piso bajo la figura femenina. Celeste imaginó cuando se vestía de fantasma en su infancia. Usó ese disfraz cuatro años seguidos, para Halloween. Recordó ese año en que se burlaban de ella porque repetía por tercera vez consecutiva el disfraz: momias, vampiros, hombres lobo, brujas, payasos y extraterrestres, se burlaban al unísono de ella. Esta aparición fantasmagórica en el diario la distrajo de todo lo que pasaba a su alrededor: por ejemplo, que Tomás se fue todo el viaje frente a ella, sin conocerse el uno a la otra. Celeste miraba la imagen, hasta que movió su vista y leyó la noticia a la que ilustraba la fantasmagoría: LA OBRA MÁS SANGRIENTA DE SHAKESPEARE. Era una reseña a una interpretación que se hizo en Inglaterra de Tito Andrónico de Shakespeare: el general Tito Andrónico retorna a Roma, tras vencer a los godos. Trae consigo a Tamora, rey de los godos, que termina convirtiéndose en emperatriz de Roma, al contraer vínculos con Saturnino, emperador romano. Pero el sacrificio del hijo mayor de Tamora produce que se incube la venganza en complicidad con sus hijos sobrevivientes: violan a Lavinia, hija de Tito Andrónico, y le cortan manos y lengua, a fin que no delate a sus violadores. Al tiempo, Tito Andrónico se entera de los culpables de la ofensa a su hija y planifica su venganza: mata, descuartiza y cocina a los hijos restantes de Tamora y se los sirve en la forma de una empanada. Estas dos escenas, la de la violación de Lavinia y la de la empanada, produjeron la explosión del asco entre los espectadores de esa función en Londres de 1988. Seis personas se desmayaron, treinta y dos se abandonaron la sala y otros los restantes esquivaban la mirada o se tapaban los ojos para evitar la realista carnicería en vivo. Algunos denunciaron que las heridas eran reales, apoyados en que la obra alcanzó a exhibirse sólo en una oportunidad.
          Esa noche, Celeste se despertó agitada producto de una pesadilla que incluía el fantasma de Lavinia, sin manos ni lengua. El fantasma sangrante que era llorado por Tito Andrónico, que ante los ojos de Celeste estaba representado por alguien que le parecía familiar. Luego se enteraría que en su sueño era Tomás quien interpretaba al general romano. Lo interesante es que Tomás, durante los primeros años en el campus, actuó en una versión de Tito Andrónico, con la salvedad que su rol era el de Alarbo, el hijo mayor de Tamora. Celeste se levantó y fue en búsqueda del periódico, a fin de ver la foto de la noticia, pero pronto recordó que lo olvidó en el campus.