miércoles, 11 de febrero de 2015

Ventanas como cuadros.


Las ventanas son luz. Se iluminan a la vez que hay luz afuera: son una señal de lo que afuera ocurre. Las ventanas, en su umbral, delimitan un adentro y un afuera: nos recuerdan que estamos adentro. La ventana cobra importancia desde dentro, cuando miramos a través de ella: miramos la ventana, miramos hacia afuera, miramos más allá de la ventana.
            Sin embargo, esas mujeres que miran las ventanas en los cuadros de Edward Hopper no están mirando hacia afuera, a pesar de mirar la ventana: ellas están haciendo otra cosa, hacen algo con el tiempo. Pierden el tiempo. 
            Apoyarse en el marco de una ventana para mirar el horizonte es una práctica inútil, tan inútil como necesaria. El que mira afuera sin mirar se mira a sí mismo, se mira mirando. Como las mujeres de Hopper: miran un problema, miran un recuerdo, miran sus propios ojos, pero no miran afuera: las mujeres de Hopper miran hacia adentro. 
            No es banal que Edward Hopper haga eso en pintura: el espectador no mira a las mujeres mirando la ventana, sino que pierde el tiempo. Ventanas como cuadros: la pintura puede mostrar el tiempo que se gastó en ella misma, aunque también puede producir otros tiempos desde ella.
            Mirar una ventana, como mirar un cuadro, es trabajo: el espectador trabaja, y es ese trabajo el que inserta Hopper en sus cuadros. Un trabajo tan inútil como mirar por la ventana.

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