lunes, 17 de julio de 2017

Extracto de "Breve colección de historias sobre la tristeza".

Selección, traducción y notas por Nicolás Ried.

[Nota del Traductor: Esta selección corresponde exclusivamente a capítulos contenidos por el libro tercero de "Breve colección de historias sobre la tristeza", conocido como "Libro del amor".]

64. De la actriz extranjera que fue retratada por un pintor durante tres años. La actriz debía interpretar a una mujer triste, pero ella era feliz. La felicidad de la actriz se debía a su dichoso amor. El pintor vio la obra sobre la mujer triste y notó que la actriz no la representaba bien porque ella era feliz. El pintor se acercó a ella y le preguntó por su felicidad, a lo que la actriz contestó con una bella historia de amor. Ambos se hicieron amigos y el pintor le ofreció retratar su felicidad. Cuando el pintor iba a retratar a la mujer en su taller, ella apareció en el umbral de la puerta con la misma tristeza de los árboles en un bosque en llamas. La tristeza de la mujer, que era similar a la del personaje que interpretaba, se debía a la muerte de su amado producto del mortal veneno de un ave infernal. El pintor quería retratar la felicidad de la mujer, pero se conformó con retratar su tristeza. La actriz aceptó el retrato, a pesar de su estado. El pintor chocó con el problema de los colores, pues no hallaba la pintura precisa para retratar las lágrimas de la actriz, por lo que sus sesiones se resumían en conversaciones sobre el amor. Esto fue así durante tres años, con interrupciones debidas a las giras de la compañía de la actriz. Finalizados esos tres años, durante un verano, la actriz no llegó al taller del pintor y él supo que ella había muerto, lo que le permitió terminar el cuadro.

65. Del cuadro que el pintor hizo sobre la actriz. Una rica viuda portuguesa visitó el taller del pintor, una vez que este ya había muerto. La viuda no pudo más que fijar sus ojos en la obra que retrataba la profunda tristeza de la actriz y se puso a llorar. Sus sirvientas, que eran seis, nunca habían visto llorar a su señora e imitándola lloraron. El gestor del taller que dirigía la visita de la viuda miraba esta escena desde lejos: una actriz que actuaba un llanto en un cuadro, una mujer rica que lloraba por ver el llanto de la actriz y seis sirvientas que simulaban un llanto por cariño a su señora. El gestor lloró.

66. Del llanto que el gestor nunca olvidó. La viuda no compró el cuadro de la actriz porque no podría haber soportado mirarlo más de una vez en su vida y el gestor la entendió. Pocos meses después, el gestor se enteraría por los labios de una de las sirvientas que la viuda había muerto, y que antes de morir recordó el cuadro de la actriz y mencionó el nombre de su difunto marido. El gestor recordó a la mujer llorando frente al cuadro de la actriz y pensó en el cuadro que se encontraba en el taller que ya no visitaba. Esa misma tarde fue al taller, que quedaba fuera de la ciudad, y al entrar notó el vacío en el muro: entre los cuadros de plantas que el pintor habituaba a realizar, había un espacio vacío y era el espacio donde estaba el cuadro de la actriz. El cuadro había sido robado, pues la ventana más alta del taller estaba rota y el gestor lo notó. El gestor se dirigió ante el espacio vacío y lloró.

67. Del gestor que se convirtió en pintor por gracia del trabajo. El gestor miró el espacio vacío que dejó el robo del cuadro de la actriz que lloraba y un pájaro infernal se posó sobre sus hombros, produciendo en él una tristeza tan profunda como la que estaba en el cuadro que ya no estaba ahí. Con el tiempo, la tristeza se hacía más grande cada vez que el gestor intentaba recordar cómo era el cuadro: cuál era la posición de la mano derecha de la mujer, cuál era la forma de la lágrima que rodeaba su mejilla izquierda, cuántos pétalos tenía la rosa que adornaba su vestido. Una nube de preguntas oscurecía el cielo del gestor y permitía el aterrizaje de los pájaros en su hombro. El gestor dejó su trabajo y cayó en una profunda tristeza, de la cual sólo pudo salir una vez que decidió hacer una reproducción del cuadro, tal como lo recordaba. Primero, el gestor tuvo que aprender a pintar, pues nunca había estado frente a un lienzo en blanco. Revisó el antiguo libro de pintura que estaba en la biblioteca de los sabios, pero también leyó algunas historias sobre la tristeza.

67.1. De una de las historias que leyó el gestor en la biblioteca de los sabios. Se atribuye a los pájaros infernales la facultad de terminar con una vida, siempre que no haya una razón para que esa vida termine. Cuenta la historia que un pájaro, aburrido de no conocer nada de las vidas con las que acababa, bajó a la tierra y escuchó los llantos de las personas. Muchos de los humanos, se fijó el pájaro, decían llorar por causa del amor y pedían que su vida terminara. Al pájaro no le pareció malo cumplir con el deseo de esas personas y picoteó el corazón de los tristes que sufrían por amor hasta que morían. Así, el pájaro terminó con vidas a lo largo de tres años, a pesar de la prohibición existente sobre terminar con vidas teniendo en consideración una razón. El pájaro conoció muchas historias de amor, de diversos contenidos y características, pero siempre tenían en común un amor que se rompía, una conjunción que se desligaba, dos que eran uno y que volvían a ser dos. Pero una vez el pájaro escuchó a un joven y su llanto era causado por un amor que no podía ser, un amor no correspondido, un uno que no podía dejar de ser dos. Pensó el pájaro que este caso no era igual al de los amores que se terminaban, pues este era un amor que no comenzaba. Por eso el pájaro no picoteó el corazón del joven, sino su estómago.

68. De la pintura que el gestor hizo y de lo que hizo con ella. Tras tres años de estudios y ensayos, el gestor quedó conforme con la reproducción que hizo del cuadro de la actriz que fue robado del taller. Su conformidad no se debía a la similitud con el cuadro original, sino a que el cuadro consiguió dar cuenta de la tristeza tal como él la imaginaba. Más allá de la apreciación del gestor, la pintura guardaba un profundo parecido con aquel que el pintor hizo mirando con sus ojos a la actriz; de hecho, la selección de colores y el uso más liviano de sombras por parte del gestor, hacían que este segundo cuadro retratara de manera más fiel a la actriz. De eso, sin embargo, el gestor jamás se enteraría. Con este orgullo, regaló el cuadro a su mujer, una mujer mayor que él. Ambos podían contar una bella historia de amor, por lo que a la mujer le produjo tristeza cuando se enteró de labios de su amado de la historia de la actriz. Transcurrieron tres meses exactos desde que el gestor colgó el cuadro en su casa para que su mujer muriera de causas inexplicables. El gestor atribuyó al cuadro la muerte de su amor y lo vendió a un precio muy bajo a un extranjero. Al poco tiempo, el gestor ser colgó de un árbol y murió.

69. Del salón que compartieron ambas pinturas. Por azar, el comprador del cuadro que pintó el gestor era quien, hace unos años, había comprado el cuadro robado que hizo el pintor sobre la actriz. Sin conocer la historia verdadera de ninguno de esos cuadros, el comprador los puso uno al lado del otro, porque guardaban cierto parecido entre ellos. El salón que adornaban ambos cuadros fue bautizado por su dueño como el “salón de la alegría”, ya que en un gran baile que ahí se realizó conoció al amor de su vida, una actriz muerta que nunca le correspondió su amor, pero que lamentablemente murió de tristeza por perder a su amante.


[N. del T.: La palabra para “pájaros infernales” se escribe distinto pero se pronuncia igual que la palabra utilizada para “amor”, la cual a su vez comparte raíz etimológica con la palabra utilizada para referir a una pintura.]

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