jueves, 4 de abril de 2019

Telaraña


No les temo particularmente, pero desde hace algún tiempo que sueño con arañas. No tantas arañas, ni tampoco son tan sueños: en ese momento de duermevela, entre que despierto y aún sigo soñando, puedo ver mi pieza, mi muralla, mi escritorio y mi silla. Y es en la muralla, en el escritorio y en la silla donde veo arañas, a veces un montón o a veces una grande. Y, por lo general, me levanto espantado a fin de hacer algo al respecto. Pero a medida que enfoco mi mirada en las arañas, desaparecen, se desvanecen como si la sensible imagen de un sueño fuera limpiada por la aspereza de la realidad. Anoche, sin embargo, me estaba quedando dormido y un pequeño rayo de luna se filtró para iluminar una araña a pocos centímetros de mi cara: era una araña de rincón que se movía lentamente, como intentando no hacer ruido. Pude, sin embargo, escuchar sus pasitos, acercándose a mi rostro. Pensé, por un instante, que podía ser una de esas imágenes que se me aparecen como fragmento de un sueño. Reaccioné de manera instintiva a aplastarla, me levanté y la envolví en una servilleta. Al despertar por la mañana, recordé lo de la araña y fui a ver el papel que, debería haberla contenido. Pero no había araña, ni tampoco papel.

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