domingo, 23 de agosto de 2015

Tarde.

Esa tarde nos quedamos leyendo. 
          Sentados bajo el jacarandá que recibía todos los vientos, intentábamos abrir sin éxito una tercera botella de vino blanco, frío para hacer de la tarde un contraste. Digo que lo intentamos sin éxito, dado que me quedé con la botella en la mano, justo en pausa antes de abrirla. Mi amigo se sentaba rápidamente, dejando de lado su libro y me decía que recordaba un cuento de Raymond Carver. Un par de amigos salen a dar unas vueltas por la carretera, en su auto, tras haber pasado una tarde de cervezas. En la ruta, ven a un par de chicas que iban al borde de la carretera en sus bicicletas. En su entender, ellas les hicieron alguna especie de señal. Una señal que los llevó a seguirlas. Ellas dejan sus bicicletas y se adentran en un bosque, más adelante. Los amigos se bajan del auto y las siguen. Ellas suben una especie de cerro. Parece que escapaban de ellos, me dice mi amigo. Escapaban.
          Recuerdo esa tarde. El cuento terminaba con que los amigos se abrazaban, tras haber asesinado con una roca a las muchachas. Recuerdo esa tarde, pero no recuerdo cuántas botellas de vino tomamos. No recuerdo bien si realmente nos quedamos leyendo a la sombra del jacarandá. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario